Catábasis y anábasis en la trilogía de Auschwitz de Primo Levi

El viaje de ida y vuelta que Primo Levi realizó a ese cronotopo equivalente a la materialización del Infierno sobre la Tierra que fue Auschwitz, lo describió y analizó en tres obras, Si esto es un hombre, La tregua y Los hundidos y los salvados, escritas en 1947, 1963 y 1986 respectivamente.

Moreno Feliu en su obra En el corazón de la zona gris describe el proceso mediante el cual el prisionero se incorpora al campo de concentración como un ritual de iniciación similar a los rituales de sacralización, que requieren tanto de una ida como de un regreso del individuo al mundo de lo profano o a la vida social tras su liberación y curación. Sin embargo, este ritual, aplicado a Auschwitz, tiene un sentido unidireccional, pues el mundo nuevo al que amanece el prisionero es el del mismo campo, una vez realizado el proceso de la completa integración en él, o lo que es lo mismo, habiéndose completado su deshumanización. Por lo tanto, el esquema del ritual de paso (llegada al campo – prisionero –  liberación) se convierte en un ciclo imposible para la mayoría de los prisioneros, que habrán de perecer en ellos. Por otra parte, parece ser que a muchos de los escasos prisioneros que sí logran sobrevivir les es imposible curarse, recuperar la vida anterior o derivar de la experiencia Auschwitz algún conocimiento que no sea intrínsecamente destructivo. A pesar de todo ello, Levi indica que “viviendo y luego escribiendo y meditando acerca de aquellos hechos, he aprendido muchas cosas sobre los hombres y el mundo.”[1], algo que describe como “claramente positivo”.

Siendo Auschwitz un cronotopo infernal, en este escrito pretendo equiparar ese ritual de iniciación con las convenciones clásicas de la catábasis, el descenso a los infiernos, pero también con la anábasis, la posterior resurrección. La Anábasis como salida del campo tiene en Levi algunos elementos que la convierten en un proceso inverso al de la catábasis. Es la repetición de acciones y sucesos ya conocidos en el mundo del ingreso y estancia en el Lager que ahora aparecen dotados de un significado nuevo. Paralelamente se produce la rehumanización del prisionero, la recuperación de su identidad, su deshielo interior. Y aunque esto no pueda ni deba llamarse una “curación”, no deja de ser un aprendizaje ciertamente valioso.

Ahora bien, se plantea una última pregunta: de acuerdo con la propia división de los individuos hecha por Levi en “hundidos” y “salvados”, los primeros son los devorados íntegramente por el universo Lager y los segundos los que, de alguna manera, han resistido. De estos dice Levi “Muchísimos han sido los caminos imaginados y seguidos por nosotros para no morir: tantos como son los caracteres humanos. Todos suponen una lucha extenuadora de cada uno contra todos, y muchos, una suma no pequeña de aberraciones y de compromisos. El sobrevivir sin haber renunciado a nada del mundo moral propio, a no ser debido a poderosas y directas intervenciones de la fortuna, no ha sido concedido más que a unos poquísimos individuos superiores, de la madera de los mártires y de los santos.”[2] Este es el lastre de la salvación: el envilecimiento[3]. Y la pregunta sería ¿hasta qué punto este lastre no ha acabado por hundir también a los salvados? El número de suicidios entre los supervivientes del holocausto es elevado, y aunque no esté exento de polémica el incluir entre ellos a Levi[4], sí podemos incluir a otros escritores notables como Jean Amery[5] y Paul Celan[6].

Así pues, ¿se cumple en el caso de los prisioneros de los campos de concentración la necesaria anábasis, complementaria a la catábasis, y por lo tanto un completo ritual de iniciación?

Primo Levi describe con brevedad los elementos de las fases del rito de paso descritas por Feliú. Ya al principio del segundo capítulo de Si esto es un hombre dice haber llegado hasta el fondo (aunque más adelante especifique que, en realidad, el fondo no era ese. Aquellos que habían llegado al verdadero fondo no habían llegado a salir de él, son los que llama “hundidos”, y él no es uno de ellos[7]), de modo que parece que los ulteriores umbrales que cruza no serían más que la repetición de ese primer y definitivo descenso. Así pues, al principio del capítulo 2, en el tercer párrafo, indica “Esto es el infierno. Hoy, en nuestro tiempo, el infierno debe de ser así, una sala grande y vacía, y nosotros cansados teniendo que estar de pie, y hay un grifo que gotea y el agua no se puede beber, y esperamos algo realmente terrible y no sucede nada y sigue sin suceder nada. ¿Cómo vamos a pensar? No se puede pensar ya, es como estar ya muertos.” Parece una clara alusión a Tántalo, eternamente torturado en el Tártaro a padecer sed y no poder saciarla. Sólo que Tántalo era un criminal y Levi es inocente. Claro que el Infierno que ambos conocen es diferente, pues si bien el infierno anterior a 1945 es un lugar donde prevalece la máxima de Dante “La justicia me hizo”, el infierno después es un lugar de injusticia donde se hace sufrir al inocente de forma absurda y gratuita.

En cuanto a las dos fases de iniciación descritas por Feliú, Levi es un preso político, además de judío, aunque se declare sólo judío en los interrogatorios, y pasa por un campo de concentración temporal, desde donde es enviado a Auschwitz. Su muerte social consiste en esta encarcelación y su conocimiento, compartido con otros presos, del significado que tiene el hecho de salir de ese campo para ser trasladado. Así, la noche antes de su partida, dice “Y llegó la noche, y fue una noche tal que se sabía que los ojos humanos no habrían podido contemplarla y sobrevivir. Todos se dieron cuenta de ello, ninguno de los guardianes, ni italianos ni alemanes, tuvo el ánimo de venir a ver lo que hacen los hombres cuando saben que tienen que morir.” Al día siguiente refiere “un tumulto sin vínculos” y que “muchas cosas dijimos e hicimos entonces de las cuales es mejor que no quede el recuerdo”, todo ello previo al viaje en tren, del cual indica que “de las cuarenta y cinco personas de mi vagón tan sólo cuatro han vuelto a ver su hogar”, y justo antes de salir “Junto a mí había ido durante todo el viaje, aprisionada como yo entre un cuerpo y otro, una mujer. Nos conocíamos desde hacía muchos años… nos contamos entonces, en aquel momento decisivo, cosas que entre vivientes no se dicen. Nos despedimos, y fue breve; los dos al hacerlo, nos despedíamos de la vida.” La fase de la rampa es, en Levi, un andén “iluminado por reflectores” en que “todo estaba silencioso como en un acuario”, y en que fueron interrogados “en voz baja”, tras lo cual “en menos de diez minutos todos los que éramos hombres útiles estuvimos reunidos en un grupo. Lo que fue de los demás, de las mujeres, de los niños, de los viejos, no pudimos saberlo ni entonces ni después: la noche se los tragó, pura y simplemente”.

La deshumanización, la segunda iniciación, es también breve. Aparece un grupo de prisioneros del campo para hacerse cargo del equipaje. Al verlos, Levi indica “Esta es la metamorfosis que nos esperaba. Mañana mismo seríamos nosotros una cosa así”. Deshumanizados. Reificados. Entre medias, humillados. Entre este comentario y el siguiente, “ya estamos transformados en los fantasmas que habíamos vislumbrado anoche”, median un día, que Levi denomina “anteinfierno”, y siete páginas. Aunque Levi refiere que su verdadera metamorfosis será su transformación en un Häftling (término que significa tanto prisionero como presa) y en un número “Me llamo 174517”. Dice: “parece que ésta ha sido la iniciación real y verdadera: sólo ‘si enseñas el número’ te dan el pan y la sopa”.[8]

Catábasis es un viaje de descenso a los infiernos, una convención argumental y narrativa clásica que está ampliamente ilustrada por obras que van desde el mitológico viaje de Orfeo al Hades para rescatar a Euridice y los descensos de Ulises, Teseo, Jasón, Eneas o Heracles, hasta La Divina Comedia de Dante, o versiones más metafóricas como El Corazón de las Tinieblas de J. Conrad. En todo caso resulta en un viaje, habitualmente hacia abajo o hacia dentro, que lleva a un lugar inusitado donde reinan la muerte o el horror. Hay una serie de elementos que, habitualmente, los relatos catabáticos tienen en común: se accede al otro mundo a través de un portal que puede ser un río, una grieta o cualquier rasgo físico de demarcación y separación de lo anterior; ese viaje supone un descenso o una bajada; el viaje suele tener lugar de noche; el viaje suele tener un propósito, particularmente rescatar a alguien que está ya al otro lado o, de un modo más general y abstracto, lograr algún tipo de conocimiento o sabiduría, habitualmente de uno mismo, para lo cual haya que estar de este modo iniciado; el héroe catabático suele tener un compañero que puede lograr salir del infierno o no.

Después de 1945 el lugar llamado “infierno” deja de ser un concepto abstracto para convertirse en un lugar real. Y la verdad que le es revelada al que pasa una temporada allí y vive para contarlo es precisamente eso: contarlo. Porque si el Infierno ha dejado de ser un lugar mítico para convertirse en un lugar histórico, nuevas posibilidades se ofrecen también para resistirse a él.

Levi explícitamente denomina el lugar al que ha llegado “infierno” en varias ocasiones, pero, además, los otros elementos que nos llevan a identificar su viaje como catabático también aparecen en su narración.

–      Existe un portal: “vimos una gran puerta, y encima un letrero muy iluminado (cuyo recuerdo todavía me asedia en sueños): ARBEIT MACHT FREI, el trabajo nos hace libres.”

–      Levi hace frecuentes alusiones al concepto de descenso, “un viaje hacia allá abajo, hacia el fondo”, “demasiado tarde, demasiado tarde, todos vamos hacia ‘abajo’”, y el capítulo segundo se titula “En el fondo”.

–      Como ya he referido antes, la entrada al campo y la selección tienen lugar de noche.

–      Levi no viaja solo al campo. Millones le acompañaron en su viaje.

–      En cuanto al propósito del viaje, este es el punto más complejo, ya que Levi realiza el viaje en contra de su voluntad. Sin embargo, como indica Rachel Falconer “Primo Levi is a writer who, by his own admission, ‘strive(s) … to pass from the darkness in to the light’ He repeatedly emphasizes that retrospectively, he derived positive value from his year of imprisonment at Auschwitz. I would argue that what he has to say about Auschwitz is informed by certain premises: that meaning can be derived from nihilistic experiences, that reason can help us to compass insanity, that while language might fail to communicate the fullness of horror, it should nevertheless be used, because silence is self-internment and an expression of despair in other people. In my view, Levi is a katabatic writer for whom Hell is refashioned into a journey and a process through which one gains a more complex and rigorous understanding of selfhood in extremis.[9] Esto, sin ser un propósito, es, quizás, una compensación.

Una vez que se perfila la experiencia Auschwitz de Levi como viaje catabático contemporáneo, empieza a cobrar sentido su viaje de regreso como una anábasis o resurrección.

Tras pasar un tiempo en el Infierno Auschwitz y, por ello, haber ascendido socialmente en la jerarquía interna del campo que afecta a los judíos (en concreto, pasa de ser un “número alto” a un vecchio, uno de los antiguos[10]), se produce una última selección ante la inminente llegada de los Rusos. Los que se tienen aún en pie empiezan la larga marcha de evacuación hacia un campo en territorio alemán, en concreto Buchenwald. Casi todos morirían durante el viaje, que geográficamente es un nuevo y doble descenso: hacia el Sur y hacia el interior de Alemania. Los enfermos graves son abandonados en Auschwitz a su suerte. Entre ellos Levi, que sufría escarlatina. El segundo día solos, el 19 de Enero de 1945, Levi refiere: “Cuando quedó reparada la ventana desvencijada y la estufa empezó a calentar, pareció como si algo se ensanchase en cada uno de nosotros, y fue entonces cuando Towarowski (un francopolaco de veintitrés años, con tifus) propuso a los otros enfermos que cada uno de ellos nos diese una rebanada de pan a los tres que trabajábamos, y su proposición fue aceptada. Solo un día antes un acontecimiento semejante habría sido inconcebible. La Ley del Lager decía: ‘Come tu pan y, si puedes, el de tu vecino’ y no dejaba lugar a la gratitud. Quería decir que el Lager había muerto. Fue aquel el primer gesto humano que se produjo entre nosotros. Creo que se podría fijar en aquel momento el principio del proceso mediante el cual, nosotros, los que no estábamos muertos, de Häftlinge empezamos lentamente a volver a ser hombres.”

Este es exactamente el principio de la anábasis.

Dentro de la convención clásica, el héroe catabático regresa del infierno aparentemente indemne. Y ciertamente enriquecido. Para Platón, el Mito de la Caverna no deja de ser una catábasis seguida de una anábasis: el camino hacia la auténtica sabiduría pasa necesariamente por una estancia en los reinos inferiores de la oscuridad.

En La Tregua encontraremos varios ejemplos de elementos de ese ritual de iniciación que Levi experimenta en su entrada al universo Auschwitz, y que ahora aparecen invertidos, como parte de su camino de ascenso-regreso al mundo exterior. A esta etapa de anábasis, Levi la describe como “atmósfera de purgatorio”, lo cual tiene mucho sentido si atendemos al significado de este término: “estado transitorio de purificación y expiación donde, después de la muerte, las personas que han muerto sin pecado mortal pero que han cometido pecados leves no perdonados o graves ya perdonados en vida pero sin satisfacción penitencial de parte del creyente, tienen que purificarse de esas manchas a causa de la pena temporal contraída para poder acceder a la visión beatífica de Dios.” [11] Encontrarse en el Purgatorio significa tener que haber muerto, haber cometido un pecado no mortal y tener que purificarse de él. Sabemos que Levi “muere” pues ha descendido al infierno. Pero el asunto del pecado y posterior purificación es más complejo y está relacionado con los sentimientos de vergüenza y culpa que tiene el superviviente por la injusticia con él cometida, elemento que casi todos los supervivientes comparten y que Levi describe tan bien: “Era la misma vergüenza que conocíamos tan bien, la que nos invadía después de las selecciones, y cada vez que teníamos que asistir o soportar un ultraje, la vergüenza que los alemanes no conocían, la que siente el justo ante la culpa cometida por otro, que le pesa por su misma existencia, porque ha sido introducida irrevocablemente en el mundo de las cosas que existen, y porque su buena voluntad ha sido nula o insuficiente , y no ha sido capaz de contrarrestarla.”[12] En cuanto a la posibilidad de purificarse, Levi refiere que “las señales de las ofensas se quedarían en nosotros para siempre”, a causa de su “naturaleza incurable”[13].

Por lo tanto, la referencia al Purgatorio y la “naturaleza incurable” de la ofensa recibida nos indican, ya desde el principio que, aunque se cumpla este nuevo rito de iniciación a la inversa, como de hecho veremos cumplirse, el regreso al mundo exterior no es en realidad posible. Volveré sobre este punto al final de la descripción de los elementos invertidos del ritual.

El primer gesto humano que inaugura la recuperación de la humanidad, el momento de la entrega del pan mencionado más arriba, supone el definitivo abandono, tras la liberación, del status de “prisionero”, y la adquisición de un status nuevo, el de prisionero liberado tras haber sido despojado de todo menos de su vida. Es lo que en la segunda iniciación corresponde a la fase tercera. “Me sentía vencido por un dolor nuevo y más vasto, antes sepultado y relegado fuera de los límites de la conciencia por otros dolores más urgentes: era el dolor del exilio, de la casa lejana, de la soledad, de los amigos perdidos, de la juventud perdida, y de la multitud de cadáveres que había a mi alrededor.”

A continuación veremos una versión nueva de una de las más significativas ceremonias de humillación (segunda iniciación, fase segunda), la ducha, ahora dotada de una significación que afecta también a la ducha que en su momento le dieran los nazis. Dos serán las duchas mencionadas por Levi en La Tregua: una se la darán los rusos y otra los americanos. “Aquél no fue un baño de humillación, un baño grotesco-sardónico-sacro, un baño de misa negra como el que había sellado nuestro descenso al universo concentracionario, y tampoco un baño funcional, antiséptico, altamente tecnificado, como aquel de nuestro paso, muchos meses más tarde, a manos americanas: sino un baño a la manera rusa, a medida humana, extemporáneo y aproximado. (…) es fácil advertir, tras el plano concreto y literal, una gran sombra simbólica, el deseo inconfesado por parte de las nuevas autoridades que una vez tras otra nos absorbían en su esfera, de despojarnos de los vestigios de nuestra vida anterior, de hacer de nosotros hombres nuevos, conformes a sus modelos, de imponernos su marca.”[14] Al final hará una nueva referencia a la última ducha americana: “bajo esta especie de purificación y de exorcismo el Occidente tomó posesión de nosotros.”

Posteriormente encontramos una referencia a la rampa de selección, correspondiente a la segunda iniciación, primera fase. “En el curso de aquellos pocos días había ocurrido a mi alrededor un cambio muy aparente. La guadaña había segado por última vez, se había hecho el último ajuste de cuentas: los moribundos se habían muerto, en los demás la vida volvía otra vez a correr tumultuosamente.” Aunque los nazis ya no estén, aún pueden hacer esa selección, a posteriori.

Así mismo Levi contará cómo, más adelante, hay una especie de parodia de selección, cuando los rusos “seleccionan” a personas para trabajar en las trincheras del frente. “En la explanada central del campo se había desarrollado, luego, una especie de versión caricaturesca de las selecciones alemanas. Versión mucho menos sangrienta porque se trataba de ir a trabajar y no a la muerta; pero, por otra parte, mucho más caótica y extemporánea.”[15]

La fase segunda de la primera iniciación corresponde con el transporte, el viaje en tren hacia el campo. En La Tregua nos encontraremos con un gran viaje en tren, desde Katowice, el primer campo de tránsito, hasta Turín. Un viaje que va haciendo meandros por media Europa, dilatándose casi indefinidamente, cargado de penurias similares a las sufridas en el camino a Auschwitz: hambre, frío y sufrimiento. Curiosamente, en un momento de este viaje, Levi ve un tren de mercancías llevándose a prisioneros alemanes hacia el interior de Rusia. Aquí, en vez de una inversión, nos encontramos con una repetición de lo vivido, esta vez desde fuera. “Al día siguiente nos cruzamos con un largo tren de vagones de mercancías, cerrados por fuera; se dirigía hacia el este y por los ventanillos se veían muchas caras humanas que buscaban aire. Este espectáculo, tan evocador, me suscitó un revoltijo de sentimientos confusos y contrapuestos que todavía hoy me sería difícil desentrañar.”[16]

Y finalmente llegamos a la versión invertida de la primera fase de la primera iniciación. Esta en su día supuso la muerte social del individuo, al ser detenido, aislado y extraído de su ámbito social. En la anábasis de Levi equivale al reencuentro con lo que él llama la “Sociedad Civil”: los demás, y el deseo imperioso de contar lo sucedido, ser escuchado y creído. Levi hará varias referencias a este deseo compartido por todos los presos y al sueño, pesadilla más bien, de que sea un sueño imposible. Aquí me quedaré con la primera y la última que hace Levi en La Tregua. Cuando en Katowice Levi cuenta en alemán sus experiencias por primera vez a unos “civiles”, un abogado polaco, que le sirve de traductor, traduce que en vez de judío Levi es prisionero político, aduciendo que “es mejor para él”. “Sentí que la cálida oleada de estar libre, de ser un hombre entre hombres, de sentirme vivo, se alejaba de mí. De repente me encontré viejo, exangüe, cansado más allá de cualquier límite humano: la guerra no ha terminado, siempre estamos en guerra. Mis oyentes se iban unos detrás de otros; debían de haber comprendido. Una cosa así había soñado yo, todos la habíamos soñado, en las noches de Auschwitz: hablar y no ser escuchados, encontrar la libertad y estar solos. En resumen, me quedé solo con el abogado; pocos minutos después también él se fue, excusándose cortésmente.”

Entre este fragmento y el siguiente, que aparece justo al final de La Tregua, Levi nos contará multitud de historias, aventuras y anécdotas que tienen, a veces, un carácter casi picaresco. Sin embargo, no hay que llamarse a engaño. Pues la obra se cierra con la última referencia a este sueño: “No ha dejado de visitarme, a intervalos unas veces espaciados y otras continuos,  un sueño lleno de espanto. (…) estoy otra vez en el Lager, y nada de lo que había fuera del Lager era verdad. El resto era una vacación breve, un engaño de los sentidos, un sueño: la familia, la naturaleza, las flores, la casa. Ahora ese sueño interior al otro, el sueño de paz, se ha terminado, y en el sueño exterior, que prosigue gélido, oigo sonar una voz, muy conocida; una sola palabra, que no es imperiosa sino breve y dicha en voz baja. Es la orden del amanecer en Auschwitz, una palabra extranjera, temida y esperada: a levantarse, Wstawac.”

Así pues, verdaderamente no se completa la anábasis, ni el ritual de iniciación. Aunque Levi salga efectivamente del campo, regrese a Turín y viva durante muchos años, la palabra maldita le tiene atrapado. La palabra maldita y la mancha indeleble del oprobio.

Levi dice: “Creo que precisamente a este volverse atrás para mirar ‘las aguas peligrosas’ de hayan debido los muchos casos de suicidios posteriores (a veces inmediatamente posteriores) a la liberación. Como contraste (…), los casos de suicidio durante la prisión fueron escasos.”[17]

Esas “aguas peligrosas” son lo que Amery describirá como “Quien ha sido torturado lo sigue estando (…). Quien ha sufrido el tormento no podrá ya encontrar lugar en el mundo, la maldición de la impotencia no se extingue jamás. La fe en la humanidad, tambaleante ya con la primera bofetada, demolida por la tortura luego, no se recupera jamás.”

Habría que añadir a esto las palabras de Gitta Sereny: “To achieve the extermination of these millions of men, women and children, the Nazis committed not only physical but spiritual murder: on those they killed, on those who did the killing, on those who knew the killing was being done, and also, to some extent, for evermore, on all of us, who were alive and thinking beings at that time.”[18]

Primo Levi

Bibliografía

Falconer, Rachel. Hell in contemporary literature: western descent narratives since 1945 Edimburg University Press 2003

Holtsmark, Erling B. The katabasis theme in modern cinema. Artículo recopilado en Classical myth and cultura in the cinema Editado por Martin M. Winkler Oxford University Press, 2001

Levi, Primo. Si esto es un hombre Muchnik Editores, 1995

Levi, Primo. La Tregua Quinteto, 2006

Levi, Primo. Los hundidos y los salvados Muchnik Editores, 2001

Levi, Primo. La última navidad en guerra  Muchnik Editores, 2001

Moreno Feliu, Paz. En el corazón de la zona gris. Una lectura etnográfica de los campos de Auschwitz  Editorial Trotta, 2010

Sereny, Gitta. Into that darkness: from mercy killing to mass murder  Pimlico 2005


[1] Si esto es un hombre, Apéndice de 1976, 1995:211

[2] Si esto es un hombre, 1995: 98-99

[3] “A la salida de la oscuridad se sufría por la conciencia recobrada de haber sido envilecidos”, Los hundidos y los Salvados, 2001:69

[4]  Ver el interesante y pormenorizado artículo al respecto de Diego Gambetta Primo Levi’s Last Moments, Boston Review, edición del verano de 1999.

[5] Tomó una sobredosis de barbitúricos el 17 de Octubre de 1978.

[6] Se arrojó al Sena el 20 de Abril de 1970.

[7] “La historia de los Lager ha sido escrita casi exclusivamente por los que, como yo, no han llegado hasta el fondo. Quien lo ha hecho no ha vuelto, o su capacidad de observación estuvo paralizada por el sufrimiento y la incomprensión” Los Hundidos y los salvados, 2001.15

[8] Todas las citas pertenecen a Si esto es un hombre, capítulos 1 y 2

[9] Hell in Contemporary Literature.Western Descent Narratives since 1945, Rachel Falconer, 2007:63

[10] Si entendemos vecchio como antiguo, es decir,” número bajo” porque han ido llegando muchos otros tras él, tenemos otro ejemplo de descenso. Levi, como señala Rachel Falconer, cambia sucesivamente de perspectiva narrativa: “In Chapters 1 through 4, the perspective from the ‘high number predominates (…). From Chapter 4 to 9, this naive spectator recedes from view and in his place emerges the vecchio, an alien, bleak and toughly comic figure.(…) (He) belongs to Hell. From Chapter 11 to the final Chapter (…)Levi’s extra-diegetic journey from vecchio to narrator begins to surface. (…) The narrator-to-be is increasingly ashamed of his Lager identity; the latent theme of self-blame becomes most audible in the penultimate chapter, ‘The Last One’.”

[11] Wikipedia

[12] La Tregua, 2006:15

[13] La Tregua, 2006: 16

[14] La Tregua, 2006:25-26

[15] La Tregua, 2006: 113

[16] La Tregua, 2006: 84

[17] Los Hundidos y los Salvados, 2001: 70

[18] Into that Darkness, 1995:101

4 pensamientos en “Catábasis y anábasis en la trilogía de Auschwitz de Primo Levi

  1. Hola! :
    me alegro mucho de ver este blog de vuelta.
    He leído la trilogía de Primo Levi, pero voy a necesitar un tiempo de digestión para este análisis, de hecho se me escapa parte de la terminología. (Yo pensaba que anábasis era lo de Jenofonte 😉
    Por cierto, sé que siempre estás interesada en temas de lenguaje : ¿Has leído este libro LTI? ¿Qué opinas?

    Saludos y bienvenida.

  2. Hola Panta, ya ves que voy y vengo, estoy demasiado liada para tener continuidad en nada últimamente.
    Es verdad que Anábasis es lo de Jenofonte, es decir, «un viaje hacia el interior», cuyo contrapunto es el viaje a la costa, la katábasis. Extrapolando los términos a un campo abstracto, katábasis es el descenso y Anábasis el ascenso -la costa suele estar más baja que la tierra firme-, muerte y resurrección.
    La katábasis aplicada a Primo Levi ha sido estudiada en antropología -me dio por estudiar antropología cultural este año- pero la Anábasis, no. La idea es original, por lo que he podido averiguar.
    Te recomiendo el libro de Paz Moreno Feliu que menciono en la bibliografía. Ha sido mi profesora de esta asignatura y es una especialista en la materia.
    El libro que me recomiendas no lo conozco pero parece muy interesante. Veré si me hago con él.
    Lo que sí he estado haciendo mucho este año es leer ciencia ficción. Por tu blog sé que también a ti te gusta. Sobre todo he leído a Úrsula K. Le Guin. ¿La conoces? Estoy haciendo un master este año (El mundo clásico y su proyección en la cultura occidental) y estoy analizando la relación entre su obra The Dispossessed y Utopía, de Thomas More. Se admiten sugerencias…

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